| Título: | Caracola. |
| Soporte: | Tablilla entelada. |
| Pintura: | Óleo. |
| Tamaño: | 45 cm. (ancho) x 56 cm. (alto). |
| Notas: | Obra original sobre macrofotografía de Ángel Cabrera. |
| PRECIO: | 24.900 € |
Desde siempre me han fascinado las pequeñas maravillas de la naturaleza. Un simple grano de arena, una gota de rocío, una hoja diminuta... cada una de ellas esconde un universo de detalles y belleza. Y así fue como nació la idea de "La Caracola".
Quería plasmar en el lienzo la magia de una caracola de mar, esa espiral perfecta que guarda en su interior los secretos del océano. No se trataba de una simple reproducción, sino de una interpretación personal, una danza de colores y texturas que invitara a la contemplación.
Comencé con una macrofotografía de una caracola que mi pareja me había regalado. La imagen era fascinante: las olas del caparazón se dibujaban con una precisión increíble, jugando con los matices del naranja y el amarillo. Me cautivó la forma en que la luz se reflejaba en la superficie, creando un efecto de profundidad y movimiento.
Tras estudiar la fotografía detenidamente, comencé a trabajar en el óleo. Elegí una tablilla de madera como soporte, ya que me permitía crear una textura rugosa que imitaba la arena de la playa. Utilicé una paleta de colores cálidos y terrosos, con toques de azul y verde para evocar la frescura del mar.
Las pinceladas eran finas y delicadas, siguiendo las curvas del caparazón con minuciosidad. Cada movimiento era una exploración de la forma, la luz y el color. A medida que avanzaba, la caracola cobraba vida en el lienzo, emergiendo del fondo claro como un pequeño tesoro escondido.
Me sumergí por completo en el proceso, olvidando el tiempo y el espacio. Cada pincelada era una caricia, una expresión de mi fascinación por la belleza natural. La caracola se convirtió en un símbolo de la fragilidad y la perfección de la naturaleza, un recordatorio de que incluso en las cosas más pequeñas podemos encontrar una fuente inagotable de inspiración.
"La Caracola" es más que un cuadro para mí. Es una oda a la belleza del mundo natural, una invitación a observar con atención los detalles que nos rodean y a descubrir la magia que se esconde en lo cotidiano. Es un recordatorio de que la creatividad no tiene límites, y que siempre podemos encontrar nuevas formas de expresar nuestra visión del mundo.
Al final, la caracola no era solo un objeto, sino un espejo del alma. En ella, reflejé mi propia pasión por la vida, mi amor por la naturaleza y mi capacidad para encontrar belleza en lo más simple.
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